27/2/06

La crisis de los cincuentas ataca a Frank Miller

Durante la edición de este año de la Wonder-Con de San Francisco, llevada a cabo en la segunda semana de febrero, el veterano historietista norteamericano Frank Miller dio muestras de una bajísima dosis de criterio y un muy alto nivel gringo-brutismo. Y fue justamente en una conferencia dedicada a si mismo en la que tuvo una de sus peores recaídas cuando anunció con bombos y platillos su nueva novela gráfica dedicada al hombre murciélago titulada Holly Terror, Batman (Santo Terror, Batman). Retomando la típica acotación del Robin clásico y sus “santas adivinanzas perversas” o “santas felinas aruñadas”, el mítico comiquero describió su nuevo experimento con un contundente: Batman contra Osama. Cuando fue interrogado por las motivaciones detrás de este adefesio, Miller aseguró que su intención es retomar el estilo de las historietas de la edad de Oro en las que Superman o el Capitán América le daban el triple T (Toma Tu Tomate) a Hitler. En un acto que varios especialistas han descrito como una total tontería y otros como un descaro sin precedentes, el autor del Dark Knight Returns afirmó que se trata de un intento por hacer un cómic propagandístico como antaño y que su motivación básica es apoyar a las tropas estadounidenses en su guerra contra el terrorismo… Sí, en serio dijo eso. Al parecer y aunque algunos aficionados han querido apagar las alarmas diciendo que es una estrategia comercial, esto no es un chiste.

No hay reportes sobre si a Miller se le realizó un análisis de alcoholemia después de la presentación. Otras fuentes confirmaron la gran amistad que, en los últimos años, une al hijo de la metada madre de Frank y al petardo de Alex Ross. Obviamente, Drake cómics en todas sus presentaciones se limita a reproducir la información y se alegra de no compartir en ninguna medida las opiniones expresadas por el actor material de esta recagad... digo, noticia.

Aquí encontrará la trascripción completa de este foro.
Santos seniles, Batman, Miller se volvió loco.
En las últimas horas, Jefe O'Hara proporcionó una prueba fotográfica de la amistad que une a Alex Ross y a Frank Miller.

21/2/06

Un baldado de agua fría

Hace un par de semanas me encontré con una de las mejores mini-series de la temporada: Fantastic Four/IronMan: Big in Japan. Con guiones de Zeb Wells, ésta era una de las apuestas más arriesgadas y auténticamente interesantes de la Marvel Comics en esta déceda, sobre todo porque significaba un nuevo escalón en la carrera del talentoso Seth Fisher. Aunque este dibujante de origen japonés ya había trabajado con DC en: dos elseworlds titulados Green Lantern: Willworld y Flash: Time Flies, y, en una serie titulada Vertigo Pop! Tokio, la visibilidad que estaba recibiendo con este proyecto era impresionante. Desafortunadamente, esta gran promesa de las viñetas murió hace un par de semanas en circunstancias desconocidas.

La noticia llega como un baldado de agua fría porque de verdad que la mini-serie estaba muy buena y yo estaba esperando a comprar el cuarto número para reseñarla. Es una verdadera lástima.

Reseña de Invicible o lo Imbecible

Invincible #0,
Kirkman, Ottley, Crabtree.
Image.

Entre los nuevos consentidos de la revista Wizard, está "Invincible" de Robert Kirkman, un superhéroe que entra en la categoría de lo que ellos llaman alternativo, pero que, en realidad, es más de lo mismo. Esta serie me llamó la atención porque fue uno de los pocos cómics que logró estar en la lista de lo mejor del 2005 sin pertenecer ni a DC ni a Marvel. Y aunque mi fe en Wizard se acabó cuando le dieron portada a los X-Files (corría el año… noventaypico), cuando apareció el número 0 de su recomendado por tan sólo 50 centavos, me dije: “Démosle oportunidades a cosas nuevas”, y aquí estoy. Y no es que le serie esté mal hecha o que el guión tenga errores grasos y evidentes, de hecho Kirkman es considerado uno de los prospectos más importantes del mainstream norteamericano. Lo que pasa es que mientras pasaba las páginas de esta historieta tuve la sensación de que había leído lo mismo un millón de veces. El mismo héroe juvenil que mezcla la impertinencia con los valores tradicionales, la misma relación inverosímil y amañada entre lo personal y lo sobrenatural, y, la misma dama en peligro con actitud desafiante. Lo único que medio separa a Invincible del resto de revistas de superhéroes es que los protagonistas hacen referencia directa a tener vida sexual (juntos) y que la sangre es roja, pero eso no se debe a una acto de originalidad sino a que el Comics Code se cayó hace unos añitos.

Las aventuras de Mark Grayson, el hijo del que inicialmente es el superhéroe más grande del mundo, son sosas para un lector que esté buscando algo más que la típica historia de enmascarados al estilo Marvel. Esto no significa que la edición cero de Invincible no esté bien editada: si la idea es ampliar el público lector dándole un resumen de la historia que le permita a la serie subir “rating”, esta revista funciona perfectamente. El dibujante, Ryan Ottley, hace un buen trabajo y la lectura, aunque un poco abigarrada, es agradable. De hecho se parece mucho a X-Men # 138, el número que siguió a la muerte de la Dark Phoenix, en donde Cíclope hace un recuento informativo pero monótono de la historia del equipo desde su origen hasta ese momento.

Pero el problema es más de fondo. Entre más se acumulan historietas dedicadas a los adalides de la justicia y las “nuevas” generaciones intentan torcer la tuerca de los vengadores enmascarados un poco más, este género se vuelve más repetitivo y aburridor. Si bien en su momento de mayor apogeo, la Image Comics era un espacio para nuevas propuestas que provenían de autores talentosos que querían liberarse del yugo de Marvel y DC, ahora es un remedo de estos dos gigantes. No en vano la frase que acompaña al título es “Probably the Best Superhero Comic Book in the Universe” (“probablemente el mejor comic-book de superhéroes del universo”), haciendo referencia al ya clásico remoquete de los Cuatro Fantásticos: “The World’s Greatest Comic Magazine!” (La mejor revista de cómics del mundo). Ojalá que en la película que, según varias fuentes, se va a realizar de esta serie, no contraten para el papel principal a Tobby Maguire, el actor de Spiderman.

20/2/06

La prueba fotográfica

Dentro de la campaña por un país editorial sin Photoshop, y mientras esperamos más noticias de la redacción sobre nuestro futuro, quiero compartir con el anonimato electrónico una pequeña perla noventera. Por si acaso a alguien le queda alguna duda de que esto de las historietas es un asunto que viene de tiempo atrás en mi vida, les presento -redoblante aunque sé que ya la vieron- esta FOTO:

Si no estoy mal, corría el año de 1993 porque el calendario de Marvel es de ese año y acá todo llegaba tarde. Era febrero porque la ACME #2 es de ese mes, la Weapon X (que yo cargo) es un par de años más vieja pero era la locura, el libro de afiches de Spiderman que tiene el joven de chaqueta de jean debe ser de ese año y la Iron Man del pelao a la derecha es la 288, de enero de ese año. Según estas cuentas, han pasado la medio bobadita de 13 años entre esa foto el momento presente y espero que la diferencia se note.
Ahora que ya demostré un nivel perturbador de conocimiento trivial y he avergonzado a mi descendencia, puedo cerrar la entrada más particular de este año.

17/2/06

Reseña de Night Fisher o Duro con los nuevones

Una noche que da sueño.
Night Fisher,
de R. Kikuo Johnson.

Desde que apareció Night Fisher, en noviembre del año pasado, quería escribir sobre ella. Sólo hasta ahora creo que encontré una manera clara de comentar esta novela gráfica y el contexto creativo en el que se inscribe, y, por su puesto, de dar mi opinión. Sólo hasta hoy, habiendo leído por casualidad, el segundo número de Optic Nerve de Adrian Tomine (nov. 95), la cosa tiene sentido. En principio, estas dos obras y, por consiguiente, los autores que las firman son unos exponentes muy bien reseñados del futuro del cómic serio, de esa historieta sesuda que es perfecta para un público amplio con grandes expectativas intelectuales. Y de pronto para mucha gente lo son, especialmente para los editores que, como Fantagraphics y Drawn & Quarterly, necesitan que aumenten los ejemplos de comiqueros que superan las barreras de los encapotados ultra-derechistas y de los nipones hiperactivos. En otras palabras, con UN Harvey Pekar, con UN Neil Gaiman, con UN Dan Clowes o con UN Chris Ware, no basta para llenar los espacios de las principales librerías de Estados Unidos y escapar de una vez por todas de las tiendas de historietas. Se necesita un catálogo amplio para ganar respetabilidad y empezar a cambiarle la cara al negocio de las “Novelas Gráficas”, sobre todo porque hasta el momento, todo parece indicar que los impresores gringos de manga están ganando la disputa por las estanterías. El problema es que bajo tanta presión a estos autores les está pasando lo mismo que a John Connor en Terminador 2, los están madurando viches.

El caso de Adrian Tomine ha sido muy sonado en los últimos años porque es considerado el niño genio de la nueva historieta. Desde que “comenzó” su carrera en 1991 hasta hace un par de años cuando se “retiró”, ha contado con el visto bueno de los maestros de la Realismo Leve norteamericano (Ware y Clowes) y ha sido promocionado como un autor referente en el contexto mundial. Sin embargo, más que dolorosamente patéticos, sus personajes son pueriles y nunca alcanzan un nivel de credibilidad contundente. Pongo entre comillas eso de “comenzar” y “retirarse” porque el 75% de los aspirantes a historietistas del mundo hemos experimentado con la fotocopiadora (*) pero muy pocos tenemos el atrevimiento de llamar a eso “debut oficial” (también en comillas por si acaso). Además, no creo que sea un gran reto encontrar personajes patéticos y solitarios en la sociedad estadounidense cuyos medios masivos llevan toda la vida tratando de convertir al que se deje en un perdedor. De hecho, más que un elaborado plan narrativo al estilo Eightball o ACME Novelty Library, los Optic Nerve parecen libros de anotaciones o sketchbooks fotocopiados. Y es que creo que ahí radica el problema, en que se ha vendido la figura de Tomine como la de una especie de Peter Parker de la historieta alternativa que mezcla las necesidades de un chico universitario corriente con la neurosis del comiquero asqueado del mundo. En otras palabras, la literatura tiene a Carson McCullers, el cine tiene a James Dean, y el cómic, según los editores, a Adrian Tomine. Nada más falso porque como dice mi mamá le falta un centavo pa’l peso y necesita mucha más experiencia, tanto vital como profesional, para cumplir con lo que pretende hacer en su narrativa.

De igual forma, a Johnson -sí porque finalmente de él es que íbamos a hablar- me parece que le está pasando lo mismo: El hombre hace una historia relativamente coherente con un dibujo prometedor y termina siendo un novelista consumado. Primero, creo que ésta más que una novela gráfica es un cuento corto bastante largo. Si bien una imagen vale más mil palabras, Night Fisher es el festival de la viñeta gratuita y del momento innecesario. De una historia relativamente clara, el autor se las arregla para armar una sucesión de situaciones que terminan sobrándole y que no le aportan mayor cosa al conflicto central de la historia. Una cosa es el arte narrativo o otra el turismo secuencial que parece más un video casero que un relato. El hambre asociativa de Johnson hace que incluso haya una secuencia dedicada exclusivamente a los productos que ofrece el mercado de Hawai o a la formación del archipiélago a través de las eras del planeta. ¿Qué tiene eso que ver con dos adolescentes drogándose? Ni idea. Desafortunadamente, todos los elementos que rodean la construcción visual del mundo de Loren Foster, el protagonista, están disgregados a través de las casi 150 páginas de historieta sin que exista una elaboración que los articule como un todo. A pesar de tener un buen dibujo y un buen conocimiento teórico de las cualidades del cómic, sobre todo si tenemos en cuenta que Johnson pertenece a una generación post-McCloud, Night Fisher se quedó atrapado en el puerto porque le hace falta un autor: Una cabeza que estructure la historia y sus personajes hacia algo y un ojo que sepa diferenciar entre lo que es determinante en la narración y lo que es simplemente anecdótico.

En definitiva, Night Fisher fue una desilusión para mí, porque si bien es la historia de un joven que se enfrenta al vacío de terminar el colegio y alejarse de su mejor amigo, a este cómic le hace falta carne, sustancia. Un tema personal que nada tiene que ver con los superhéroes, se convierte en un tedio de lectura que lo único que deja es la sensación de que la narración es más inmadura que sus protagonistas.

Además me niego a pensar que existan niños genios en el mundo del arte literario. Una cosa es nacer con cualidades especiales para jugar ajedrez pero para mirar y contar lo único que hace falta es aprender.
(*)Por si acaso, lo del porcentaje es absolutamente confirmado. O si no, ¡qué se muera Kiko!